El bacalao es el pescado más importante en la historia de nuestro país y de Europa en general. Desde su trascendencia en la época medieval por los condicionamientos religiosos, hasta el punto en el que en el siglo XVI el 60% del pescado que se consumía en el viejo continente era el bacalao. ¿Una de las claves de su éxito? Su gran capacidad de conservación.
Los vikingos fueron los primeros en descubrir que podían mantener los bacalaos que pescaban al aire gélido de los mares del norte, y que así se conservaban durante mucho tiempo. Los pescadores vascos, quienes traían a nuestras tierras las piezas capturadas, empezaron a usar la técnica tradicional de la conservación en sal para vender los bacalaos en el interior de la península. Y así, este pescado se convirtió en protagonista de multitud de platos y preparaciones en nuestro país. Con el paso de los siglos, el sistema de conservación ha ido evolucionando hasta los procesos de ultracongelación actuales, que mantienen intactas sus propiedades nutricionales.
El bacalao es un pescado blanco con muy bajo contenido en grasas y calorías, por lo que es excelente para dietas que busquen controlar el peso. Tiene un buen número de proteínas de alto valor biológico y es una fuente de nutrientes esenciales, necesarios para el buen funcionamiento de nuestro organismo. Vitaminas como B12, A y D; minerales como selenio, fosforo y magnesio; y ácidos grasos Omega-3. Tanto es así, que según la Fundación Española del Corazón, 200 gramos de bacalao cubren la cantidad diaria recomendada de selenio y Omega-3 necesario. Y la ventaja de ultracongelarlo permite conservar todas sus propiedades para que puedas aprovechar al máximo todos sus beneficios.
Una de las muchas virtudes del bacalao es su versatilidad, ya que es un pescado que permite muchos tipos de preparaciones gracias a su carne firme y resistente. Existe una gran cantidad de platos en los que el bacalao es el gran protagonista. Nosotros hemos recorrido el continente europeo para preparar tres presentaciones muy distintas pero deliciosas. De Granada nos traemos su clásica ensalada de migas de bacalao con naranja, el célebre remojón granadino, un plato fresco de origen árabe. Si nos vamos hacia el norte del continente, tenemos que probar el célebre fish & chips británico, en el que el bacalao se reboza y se fríe, acompañándolo de patatas fritas. Sencillo, pero muy sabroso. Y si seguimos nuestro camino hacia el norte, el viaje termina en Noruega, el país en el que el bacalao es una parte esencial de sus raíces. Allí encontramos sus tradicionales albóndigas de pescado (fiskeboller), que hasta el propio explorador polar Roald Amundsen llevaba en sus expediciones a principios del siglo XX. ¡Disfrútalas!
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